LA JUVENTUD
Y EL FUTURO
“Los jóvenes son como las plantas; por los primeros frutos
se ve lo que podemos esperar para el porvenir”. Demócrates.
Por supuesto que también hay jóvenes que por distintas
razones han descarriado y transitan el camino de las drogas, la delincuencia o que
cayeron en variadas formas de lumpenaje o corrupción, como es el caso de
aquellos que conocemos que en los gobiernos (local, regional o nacional) fungen
de funcionarios, pero son pivotes para el latrocinio y piezas de recambio de un
sistema de corrupción que le roba a su pueblo. Aquí los vemos. ¡Raza de víboras!,
les diría el nazareno. Los poderosos intereses mezquinos, a la juventud le
tienen temor y siempre tratan de someterlos para asimilarlos y domesticarlos para
que coadyuden a justificar el nefasto sistema imperante.
Los jóvenes deben saber que desde pequeños deben leer y
preguntar mucho, reflexionar, discutir,
debatir, criticar, eso es propio de la juventud. Pero también, deben saber que
tienen que aprender mucho de los viejos que no por gusto por el trajinar de la
vida, el estudio y la experiencia han acumulado conocimiento y discernimiento
de vida que de antaño le denominan sabiduría. Deben saber que así como hay
jóvenes descarriados o malos, también hay viejos encaminados y buenos. No se
debe caer en el error de generalizar. Se puede discrepar con las personas pero
se les debe respetar, las ideas se combaten con ideas.
A la organización, a la institución se les defiende, se
hacen esfuerzos por mantenerlas incólumes o mejorarlas; no se la sabotea ni
liquida como alientan, auspician o hacen otros. Esa tarea es permanente y
eterna. Por eso la juventud debe autoeducarse, autoformarse. Ahí tenemos
ejemplos de grandes autodidactas como José Carlos Mariategui, César Moro, José
María Eguren, o nuestra insigne historiadora María Rostworoswski, entre muchos
otros.
Es necesario creer en la juventud, la generación del
mañana, que debe ser mejor que nuestra generación, con mayores virtudes y menos
defectos, que encarnen las mejores virtudes, valores y principios, muchas veces
olvidados. Es necesario la fe en ellos, pero ellos deben ganarse esa fe, para
superar a las generaciones anteriores y ser prototipo o paradigma de los que
vendrán, y luego no nos lamentemos como Rubén Darío: “Juventud Divino Tesoro,
¡ya te vas para no volver!
ATV